jueves, 15 de noviembre de 2012

¿Todo sigue igual después del 8N?





Un escenario distinto con actores conocidos
En el 8N, tan anunciado, una multitud ganó las calles del país. En su mayoría eran hombres y mujeres de clase media y media alta. No es la primera vez que estos sectores se hacen presentes en la escena pública del país. Se trata del mismo bloque de fuerzas sociales, económicas y políticas que confrontó con el gobierno hace cuatro años durante el conflicto con el campo. Es verdad que el escenario político y social no es igual al de entonces, pero lo actores del drama sí. ¿Quiénes son ellos? Los sectores vinculados a la actividad agroexportadora, los grandes grupos económicos que manejan, entre otras cosas, los medios de comunicación, y los sectores de clase media, liberales y antiperonistas (sea en su variante de derecha o de izquierda) que ponen su cuerpo en la calle y dan una base de masas a la protesta. El 8N juntó un amplio arco político que va desde grupos de derecha defensores de los genocidas a militantes de una izquierda que se autoproclama revolucionaria, pasando por las huestes de Mauricio Macri, los radicales de todo pelaje, los socialistas de Hermes Binner; y, por supuesto, los innumerables independientes presentes. Sus reclamos fueron también de los más variados: en contra de la inflación, la inseguridad, la corrupción, la reforma de la Constitución, la falta de libertades, el cepo al dólar, etcétera, etcétera. Esta diversidad de actores y consignas estaba unida por su rechazo al gobierno y a la figura de la presidenta. La del 8N no fue una confluencia circunstancial de sectores políticamente heterogéneos. De ningún modo. Se trata de una formación política y social recurrente en nuestra historia.
La pregunta que se impone es la siguiente, ¿cómo es posible que al año de haber sufrido estos sectores una aplastante derrota electoral a manos de Cristina Kirchner, quien sacó casi el 55% de los votos, hayan podido articularse de nuevo en una protesta masiva contra el gobierno?
 
El hecho en el que se engarzan todos los demás
Para intentar una respuesta hay que remitirse a una serie de acontecimientos que tuvieron lugar desde principio de año a la fecha. El más destacable, y en el cual se engarzan todos los demás, es, sin duda, la desaceleración de la economía. Si bien ésta no adquirió ribetes dramáticos hace sentir sus efectos y afecta a distintos sectores. El año comenzó también con las denuncias de corrupción contra el vicepresidente Amado Boudou, que los medios dominantes mantuvieron en tapa durante semanas y meses. A esto hay que sumar el accidente de Once ocurrido el 22 de febrero pasado cuyas consecuencias fatales pusieron al gobierno a la defensiva ante las acusaciones de responsabilidad política en la tragedia. A pesar de estos hechos adversos, el gobierno se sobrepuso y retomó la iniciativa con tres medidas de gran trascendencia: la reforma a la Carta Orgánica del Banco Central, la reestatización de YPF, y el mega plan de viviendas.
Sin embargo, al mismo tiempo que el gobierno decidía profundizar su programa de recuperación nacional y social se registraban turbulencias y conflictos al interior del conjunto de las fuerzas políticas y sociales que apoyan al gobierno. Las bases de sustentación del kirchnerismo están conformadas, fundamentalmente,  por el movimiento obrero organizado, distintas organizaciones populares y los sectores medios que se inscriben en una tradición nacional-democrática y que actúan tanto por dentro como por fuera del peronismo, y, por supuesto, el Partido Justicialista, que en los hechos funciona bajo la jefatura de los respectivos gobernadores oficialista en cada provincia. El primer problema en las fuerzas oficialistas se registró cuando las tensiones entre Hugo Moyano y el gobierno derivaron en el alejamiento de éste y su posterior posicionamiento en el campo de la oposición. El segundo foco de tensión surgió cuando el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, pidió ayuda para pagar en tiempo y forma el aguinaldo en su provincia y el Ejecutivo nacional se la retaceó. A nadie se le escapa que es imposible separar este conflicto de la lucha por la sucesión en caso de que Cristina Kirchner no pueda o no quiera ser candidata en el 2015.
Todo esto adquiere importancia a la luz de la manifestación del 8N, ya que nos permite percibir un bloque opositor que se reconstituye y ocupa la calle (sin que esto tenga, necesariamente, su correlato en el plano político organizativo y programático) ante un gobierno que acierta en grandes decisiones estratégicas (YPF, Banco Central, plan de viviendas), pero cuya base de sustentación política y social experimenta tensiones y desgarramientos. Es obvio que este cuadro de situación alienta a los adversarios y puede llegar a agravarse si se llegase a desatar la lucha por la sucesión.

La guerra con armas simétricas
Por el lado del bloque de las fuerzas opositoras, que no hay que reducir a sus expresiones políticas partidarias, es evidente que algo aprendió luego de las sucesivas derrotas sufridas. Dentro del sector del capital concentrado el más urgido en aguzar su ingenio y creatividad para tratar de desgastar al gobierno es sin duda el grupo Clarín que se niega a iniciar el proceso de desinversión al cual está obligado por la cláusula antimonopólica de la Ley de Medios. El Monopolio, a la par de sus desenfrenados ataques al gobierno, a través de todos sus medios, incursionó en terrenos donde no lo había hecho antes aprendiendo, incluso, de sus adversarios. Por ejemplo, el espacio de las redes sociales y de los blogs, que cumplió un papel importante en la convocatoria del 8N, pero no exclusivo como pretenden hacer creer, hasta no hace mucho era dominio de simpatizantes del kirchnerismo. De pronto empezó a poblarse de voces opositoras en muchas de la cuales es fácil advertir que el Monopolio habla a través de ellas, ya sea en forma voluntaria o rentada. Pero donde esta “guerra con armas simétricas” alcanzó su mayor grado de eficacia fue sin duda a través del programa Periodismo para Todos conducido por Jorge Lanata. Como se sabe no hay nada más peligroso que un renegado o un pecador arrepentido. El programa de Lanata, al igual que 6, 7 y 8 de Canal 7 con los simpatizantes del gobierno tras la derrota ante el campo, cumplió el rol de organizador colectivo del mundo opositor. A través de sus denuncias de corrupción, sus ataques a figuras del oficialismo y su teatral fuck you fue sembrando la semilla de la bronca en unos y haciéndola crecer en otros. ¿Por qué pudo hacerlo Lanata y no algún partido o dirigente de la oposición? Muy simple. Lanata no realiza ninguna propuesta ni centra su discurso en la solidez argumentativa como todo político por más limitado que sea está obligado a hacerlo. Sus denuncias, la mayoría de la cuales carecen de rigor periodístico, lo que buscan es una respuesta fundamentalmente emocional del espectador: bronca, indignación, ante “tanta corrupción”, “tanto autoritarismo”, tanto abuso de poder”, etcétera. En este aspecto hay una diferencia sustancial con 6,7 y 8 donde a la par de los archivos y la edición de imágenes tiene un rol central el análisis político. En definitiva, el Monopolio, a través de las redes sociales y de sus medios gráficos, radiales y televisivos, logró montar con gran eficacia, al decir de la presidenta, “una verdadera cadena del odio y del desánimo”.
El gobierno, por su parte, viene cometiendo -sin dejar de tener en cuenta sus limitaciones, ya que se enfrenta a un monopolio informativo- varios errores en el plano comunicacional. Existe una innecesaria y excesiva exposición mediática de la presidenta. No siempre, desde un punto de vista comunicacional, que siempre hable Cristina es lo más acertado si se quiere trasmitir un concepto o una idea, más allá de las condiciones intelectuales y la capacidad expositiva que se le reconoce. El uso reiterativo de la cadena nacional, independientemente del derecho que la asiste, termina por producir un efecto contraproducente de saturación. A los mejor sobre ciertos temas es más efectivo un aviso institucional como el que este momento despliega el AFCA sobre el 7D, ya que puede apelar a elementos gráficos y audiovisuales, sólo para citar un ejemplo. Por otra parte, para no centrar todo en la presidenta, y esto entraña una decisión política, sería importante multiplicar las voces autorizadas del gobierno, al estilo de las dos espadas que fueron en su momento los Fernández, Aníbal y Alberto. Obviamente, la política no se reduce al plano de la comunicación, pero en determinadas circunstancias juega un papel, como mínimo, importante.

¿Qué pasó el 8N?
Ahora bien, ¿En el 8N no pasó nada y todo sigue igual porque la multitud que ganó la calle no tiene una dirección u organización política que canalice sus demandas como opinan muchos? O, por el contrario, las fuerzas de la oposición han obtenido un logro, ya que en menos de un año, luego de sufrir una aplastante derrota, como recordábamos al comienzo de este artículo, consiguieron movilizarse y protagonizar un hecho político de impacto.
Negar el logro obtenido por la oposición es un error de la misma gravedad que sobreestimarlo. Que el conjunto de las fuerzas opositoras hayan ganado, por un momento, el centro del ring no supone de ningún modo que el gobierno haya quedado entre las cuerdas ni mucho menos, pero la movilización ha planteado un cuestionamiento y un desafío que tiene necesariamente sus efectos políticos. Tomemos un solo ejemplo. Es indudable que después del 8N las chances de reformar la Constitución y habilitar la posibilidad que Cristina Kirchner sea reelegida por tercera vez, en caso que ella aparezca como la única garantía de darle continuidad al proceso de transformación en marcha, han quedado, si no clausuradas, por lo menos notablemente reducidas.

La lección del 2008
Con respecto al impacto de la movilización de los sectores medios y altos sobre el conjunto de la sociedad es sin duda de gran utilidad las enseñanzas que nos deja el conflicto de 2008 entre el gobierno y el campo. Si bien es cierto que era otro en ese momento el escenario económico y social también lo es que la composición social y política de la primera concentración multitudinaria que lograron los simpatizantes del campo en Rosario (se hablaba de 300 mil personas) fue semejante a la del 8N. El hecho constituyó una sorpresa para todos, incluso para sus protagonistas, y colocó al gobierno a la defensiva. El campo constituyó en ese momento un símbolo vacío que distintos sectores medios, e incluso más bajos, llenaron con su propia insatisfacción. La diferencia sustancial con el tipo de manifestación del 8N está en que en el 2008 el gobierno enfrentó un lock-out patronal salvaje, que al bloquear las rutas y desabastecer a la población, colocó al gobierno y a la sociedad en una situación límite. Por otra parte, el bloque opositor con la conducción de la Mesa de Enlace y la subordinación de los partidos afines a ella, logró capitalizar políticamente su acción y le infligió una dura derrota al gobierno en el Senado. ¿Cómo lo logró? No sólo por la traición de Cobos sino también porque consiguió sumar a varios integrantes de los bloques del Frente para la Victoria, es decir, logró meter una cuña dentro de las fuerzas oficialistas. No necesitó para ello ganar ninguna elección. A través de la acción directa y de la movilización de una parte de la población se constituyó como polo de poder y colocó al gobierno al borde del colapso.

Los desafíos del gobierno
La situación actual es diferente ya que no aparece, como en el conflicto con el campo, dentro del bloque opositor del 8N una reivindicación concreta a la cuál esté asociado un sector económico y social, que a la vez ejerza de conducción, como el que representaba entonces la Mesa de Enlace. Pero que no aparezca un liderazgo político o sectorial no quiere decir que no haya dentro del bloque un sector que viene en los hechos jugando un papel protagónico, oficiando a través de sus medios de organizador colectivo del descontento, y su vez, subordinando con su poder a parte de la Justicia y a la mayoría de la dirigencia política que adhirió al 8N. La dificultad del Monopolio consiste en que es más fácil que haya gente que se solidarice “con el agricultor, laborioso y madrugador, al cual el Estado le quiere meter la mano en el bolsillo” (retenciones) que con los intereses de un grupo concentrado aunque estos sean presentados como el último bastión de la libertad de expresión. Es mucho más difícil no imposible. Por eso el Monopolio, montado en el 8N va intentar alguna jugada de cara al 7D que le pone fecha de vencimiento a la concentración.
El gobierno enfrenta el desafío de buscar los medios para desmovilizar y desarticular el bloque que se ha reactivado en su contra y al mismo tiempo fortalecer y consolidar su propio frente. Con respecto a lo primero, el componente emocional que moviliza a los manifestantes no es un hecho menor y habría que tenerlo muy en cuenta a la hora de comunicar. Pero sin duda, lo esencial, sigue siendo las políticas que el gobierno pueda implementar para crear un nuevo eje de discusión y al mismo tiempo generar fisuras en los opositores. El conflicto con el campo sigue siendo en ese sentido una gran fuente de enseñanzas. Lo que le permitió al gobierno salir de la situación casi terminal en que lo dejó la derrota en el Senado en julio de 2008, y el posterior revés electoral de Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires en junio de 2009, es haber avanzado en la aplicación de medidas que le permitieron recuperar el favor de las grandes mayorías (Ley de Medios, estatización de los fondos de pensiones, Asignación Universal, etcétera) y, al mismo tiempo, desarticularon el bloque que habían logrado constituir sus adversarios. Al mismo tiempo, el kircherismo en ese proceso recuperó y ganó para sus filas importantes sectores de la clase media, muchos de perfil progresista, que se habían ido alejando entre el 2003-2008 a medida que el gobierno iba perdiendo el impulso transformador con que se había iniciado.
En el plano de fortalecer y consolidar su propio frente todas las propuestas que tienden a articular los apoyos al gobierno, por dentro y fuera del peronismo, sólo pueden ser vistas como acertadas y necesarias. Pero, al mismo tiempo, es fundamental debatir en el conjunto de estas fuerzas políticas un programa mínimo de medidas para profundizar el actual proceso, que sea capaz, a su vez, de movilizar a vastos sectores de la población, trabajadores, empleados, profesionales, pequeños y medianos empresarios, etcétera. La elaboración de ese programa no es algo que deba ser dejado a la decisión sólo del gobierno sino que debe ser producto de una elaboración colectiva. Para dar un ejemplo. La Ley de Medios, presentada por los medios como la “Ley K”, es, según las propias palabras de la presidenta, “la menos kirchneristas en cuanto a sus orígenes”, reconociendo así, todo lo que su concreción le debe al esfuerzo y tenacidad de distintas organizaciones sociales y políticas. Lo mismo se puede decir de la Asignación Universal, que incluso, como todos sabemos, fue bandera de sectores de la oposición. Ahora bien, el gobierno tuvo la lucidez y el coraje político para convertirlas en una realidad y empalmar así con lo que ya miles y miles venían planteando y millones necesitaban.
El gobierno conserva toda su fortaleza, pero no debe dormirse en los laureles. La mejor manera de defender y consolidar el terreno ganado es seguir avanzando en la transformación del país.