por Horacio Elsinger
A un mes del quinto aniversario de “las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001”, y cuando está fresca aún la derrota de Rovira en la provincia de Misiones, conviene retrotraerse por un momento a los orígenes del actual gobierno para tratar de entender en un marco histórico más amplio la naturaleza del proceso político y social puesto en marcha por el presidente Kichner, como así también los desafíos que le plantea la actual etapa.
La mayoría de los analistas coinciden en que una de las causas de la derrota de Rovira fue el sentimiento de rechazo contra la dirigencia política que se canalizó en Misiones a través del “No” a la propuesta de reelección indefinida.
Esto significa que el “Que se vayan todos” de las jornadas de diciembre de 2001 todavía está vivo en el ánimo popular y presto a reaparecer en la ocasión oportuna. Resulta una paradoja que la oposición se haya montado sobre el mismo sentimiento popular que les impidió a varios de ellos circular por la calle hace cinco años y que ahora los obligó a esconderse detrás de la envestidura de un obispo para recién poder aparecer en los medios, como en el caso del ex gobernador Puertas, al día siguiente de las elecciones.
Los ecos del 2001 resuenan todavía en Misiones y hayque saber escucharlos.
La referencia a “las jornadas de diciembre” es importante para entender la actual situación política del país porque la presidencia de Néstor Kirchner es hija directa de ese giro decisivo en nuestra historia reciente. Por lógica, si De la Rúa no hubiese sido derrocado por un levantamiento popular no se habría producido, interregno de Duhalde de por medio, un adelantamiento del llamado a elecciones. Sin este hecho seguramente la historia hubiese sido otra. Existe una profunda conexión entre la nueva situación creada en el país a partir de la llegada de Kirchner al gobierno y “las jornadas de diciembre” que no pueden ver sólo aquellos que contraponen el ejercicio del voto a la protesta en las calles o a las asambleas populares. Aquellas jornadas dejaron al descubierto el desprestigio que envolvía a la dirigencia política argentina, la mayoría de ella impedida en esos días de poder caminar por la calle, salvo excepciones. Fue esa crisis de representación política lo que abrió la posibilidad de que un hombre como Kirchner, bien visto fundamentalmente por sectores de la clase media progresista de dentro y fuera del PJ, terminara siendo el candidato a presidente de uno de los tres sectores en que se fragmentó el Partido Justicialista.
La caminata espontánea que emprendieron sectores de la clase media-media y alta hacia la Plaza de Mayo la noche del 19 de diciembre en una especie de trance colectivo después de escuchar por la televisión al presidente De la Rúa declarar el estado de sitio no fue otra cosa que la dramatización del fin de su sueño europeo y neoliberal. La hegemonía ideológica que el neoliberalismo había logrado ejercer durante más de diez años en el país se había quebrado.
Se entiende entonces que de aquellas jornadas surgiera un programa de carácter nacional y democrático, que no fue escrito por nadie, pero que estaba presente en las consignas y en la opinión de la gente en las calles. Sus principales puntos pueden sintetizarse en el no pago de la deuda externa a costa de nuestro estancamiento y el hambre de la gente, la defensa de un rol decisivo para el Estado nacional y la renovación de la política (“Que se vayan todos”). Desde esta perspectiva la derrota posterior de Menem estaba inscripta ya en “las jornadas de diciembre”.
Sólo un año y medio después, ante la oleada de votos en contra suyo que las encuestas y la calle anticipaban en la segunda vuelta, Menem decidió huir en un ultimo intento por socavar la legitimidad del futuro gobierno.
Treinta años después.
Es cierto que Kirchner sólo obtuvo en la primera vuelta el 22 % de los votos, pero también lo es que las encuestas anticipaban que si Kirchner, Rodríguez Sáa o Carrió se posicionaban para la segunda vuelta, cualquiera de ellos era seguro vencedor del riojano. Pero las encuestan anticipaba algo más por aquel entonces. De los tres candidatos mencionados, Kirchner era el que más voluntades sumaba para una segunda vuelta.
¿Por qué?
Porque Kirchner era entonces, y sigue siendo ahora, una figura que logra establecer un puente o sutura entre los sectores populares del peronismo (inscriptos en una tradición nacional y popular cada vez más difusa) y las clases medias progresistas (políticamente liberales y, por lo general, enfrentadas al peronismo). Resulta evidente que en una eventual segunda vuelta la figura de Rodríguez Sáa no hubiese concitado el apoyo masivo de la clase media progresista, del mismo modo que los sectores populares del peronismo hubiesen sido refractarios a Carrió. El haber agregado a su discurso “nacional y popular”, como el propio Kirchner lo definió, el aditamento de“democrático y racional” le abrió las puertas a los sectores progresistas, mientras que su pertenencia al peronismo le permitió penetrar en los sectores populares (obreros, clase media empobrecida, desocupados, etcétera).
A consecuencia de la huida de Menem esto recién pudo verificarse en las urnas en las elecciones para renovar el Congreso en el octubre de 2OO5, fundamentalmente, con el triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en la provincia de Buenos Aires.
La capacidad de concitar el apoyo, simultáneo, de los sectores populares, histórica y culturalmente ligados al peronismo, y de las clases medias progresistas aparece como un rasgo singular del gobierno deKirchner. Para encontrar una confluencia semejante en la historia argentina hay que remontarse al 25 de Mayo de 1973. En esa oportunidad vastos sectores de las clases medias, muchos de los cuales tenían padres que habían apoyado el golpe contra Perón en el 55’, aclamaron la asunción de Héctor Cámpora (“El tío al gobierno, Perón al poder”).
No es casual que el actual presidente haya sido uno de los miles de jóvenes que vivaron ese día a Cámpora. El comportamiento de estos sectores de clase media era fruto de la experiencia de lucha contra la dictadura militar a partir del golpe del ‘66. Fue lapoderosa alianza social forjada entre estos sectores medios y el movimiento obrero la que hizo retroceder a la dictadura de Lanusse y la obligó a llamar aelecciones en marzo del ‘73.
Exactamente, 30 años después, al impulso de una crisis que estalló en “las jornadas de diciembre”, se volvió a reeditar una confluencia social y política como la antes señalada.
Pero el 25 de Mayo de 1973 o el 29 de Mayo de 1969(Cordobazo) han quedado demasiado lejos en la experiencia de las nuevas generaciones, para no hablar del 17 de Octubre del 1945. Se trata de hechos y procesos históricos que es necesario recuperar a través de la memoria y el análisis, pero que forman parte de configuraciones político-sociales históricamente muy distantes. No sucede lo mismo con diciembre de 2001. El levantamiento popular que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa constituye el gran acontecimiento histórico que signa el tiempo actual y del que todavía se pueden escuchar sus ecos. Aquellos que se movilizaron y enfrentaron a la represión en las calles, como aquellos que siguieron los acontecimientos a través de la televisión en todos los rincones del país, en dos largas y dramáticas noches de insomnio, participaron de una experiencia colectiva que dio lugar un proceso de reconfiguración política y social cuya forma definitiva no conocemos aún.
Mezclar y dar de nuevo.
El apoyo que Kirchner ha concitado en sectores que provienen de distinto orígenes políticos (peronistas, radicales, ex frepasistas, izquierdistas, etcétera), a la par que expresa claramente la crisis de representación política e identidad partidaria que atraviesa el país, muestra también que una nueva mezcla política empieza a gestarse. Este tipo de proceso tiene antecedentes. En su momento, el justicialismo, como el radicalismo antes, surgió de una nueva configuración política o momento histórico que puede caracterizarse como un “mezclar y dar de nuevo”.
No olvidemos que en el peronismo confluyeron sectores políticos y sociales diversos: empresarios, obreros, sectores de clase media; en fin, hombres y mujeres que provenían del radicalismo, el nacionalismo, el comunismo, el socialismo y el conservadurismo.En la nueva e incipiente mixtura que el kirchnerismo expresa el peronismo es sin duda el componente mayoritario, pero no se reduce a él.
El presidente captó desde el primer momento la nueva situaciónpolítico-cultural y despojó a sus actos y discursos de la liturgia y retórica peronista. Se dio cuenta que 10 años de menemismo habían vaciado de todo contenido genuinamente nacional y democrático a los rituales del Partido Justicialista. Ha quedado demostrado que se puede entonar enfervorizadamente la marchita, citar con solemnidad al General y al mismo tiempo arrasar con la legislación obrera o liquidar a precio vil las empresas del Estado. Hay que tener en cuenta además que la mitología y simbología peronista no forman parte del imaginario de las nuevas generaciones y a mucho de los más viejos les produce cierto hastío. Han sido decepcionado demasiadas veces con el mismo fondo musical y decorado.
Todo esto plantea la cuestión si la lucha por espacios de poder dentro del PJ es el camino correcto para llevar adelante las transformaciones necesarias. El PJ se ha transformado en una aceitada máquina clientelística útil, en algunos casos, para ganar elecciones, pero de dudosa eficiencia para enfrentar al bloque de poder de la Argentina. Si bien nadie puede establecer la fecha de de función del peronismo, ni tampoco asegurar que esto indefectiblemente sucederá, los signos de su fragmentación y decadencia son evidentes como así también de que está en marcha un realineamiento de fuerzas en la Argentina.
Kirchner, sin abandonar la mejor tradición nacional y popular, pero consciente de la nueva situación histórica, ha percibido que puede haber “un más allá” del peronismo. Se aleja así de la concepción que ve en el justicialismo la identidad política inalterable de los sectores populares en la Argentina y homologa, grandilocuentemente, “ser nacional” y peronismo. Se trata de una mitificación por más que el movimiento creado por el general Perón constituya el fenómeno social y político más importante del siglo xx en la Argentina.
El peronismo ha sido hasta el momento el movimiento de masas que llevó adelante el programa nacional y democrático más profundo y transformador de nuestra historia, pero como todo producto histórico está expuesto al cambio, la decadencia y también, por supuesto, a una posible y definitiva declinación.
Los actuales defensores de la “identidad peronista” se niegan a aceptar esa posibilidad. Se olvidan así que no hay identidad sino contradicción entre el programa del 17 de Octubre y el que puso en marcha Carlos Menema partir del 8 de julio de 1989. Esta contradicción fue, precisamente, la que puso en crisis al peronismo y lo fragmentó en tres candidaturas en las elecciones de abril del 2003.
De allí salió triunfador el sector liderado por el presidente Kirchner, quien puso en marcha desde el primer día políticas de Estado en línea con las demandas que habían llevado a que la gente gana se lacalle y derrocase a De la Rúa. El programa nacional y democrático que recuperó Kirchner no es el del 17 de Octubre, abandonado por el peronismo, sino el del 19 y 20 de diciembre de 2001.Se trata de un programa en muchos aspectos más moderado que el del ‘45 (la historia no es lineal), pero es el que surgió de la experiencia colectiva de las nuevas generaciones y el que ha abierto la posibilidad de una recomposición de las fuerzas nacionales y democráticas alrededor de la figura del presidente Kirchner. Al impulso de aquel trascendental giro y del respaldo popular obtenido en las urnas el presidente ha venido recuperando para el Estado un rol decisivo en la educación, la salud y la economía, al mismo tiempo que ha reorientado la política exterior del país hacia una posición de mayor independencia y dignidad apostando estratégicamente al Mercosur.
La pérdida del impulso inicial.
Pero tras tres años de gobierno el escenario político y social ha cambiado y el gobierno ha perdido mucho del impulso y entusiasmo originales. No estamos ya en los días iniciales del gobierno en que la fuerzas de la reacción, con el recuerdo aún vivo del levantamiento popular, retrocedían confundidas o no articulaban mayores respuesta ante la iniciativa y audacia del presidente.
En ese sentido, la derrota de Misiones debe se rexplicada no sólo como consecuencia de la torpeza de Rovira de persistir en un tercer mandato a través de una reforma constitucional que tenía como único punto la reelección indefinida sino también por el cambio del escenario político que ni éste ni el gobierno nacional supieron percibir.
En Misiones la oposición, amparada en la autoridad moral de un Obispo, logró inflingirle al gobierno una derrota arrebatándole la bandera de la renovación de la política. Por un lado, la mayoría de los misioneros decidieron ponerle un límite a las pretensiones de Rovira; y por el otro, su intento permitió que las fuerzas de la oposición (algunas de la reacción lisa y llana) encontraran un punto donde concentrar sus fuerzas. Pero, además, la elección en Misiones se dio en el escenario político más complicados para Kirchner desde su llegada al poder. Veamos: desaparición de Julio López, incidentes de San Vicente, enfrentamiento con un sector de la Iglesia y una fuerte campaña mediática contra la política “confrontativa” del presidente. Esto último puede sintetizarse en la tesis sostenida en La Prensa por Morales Solá y apoyada desde el púlpito por Bergoglio, según la cual, el presidente es el responsable último de las situaciones antes descriptas, ya que fomenta el odio y el enfrentamiento entre los argentinos. Misiones significó también eldebut político de Blumberg en las tribunas de la oposición. No es poco tener a un obispo y a un hombre de derecha convertido en símbolo viviente del dolor paterno hablando en contra.
La elección del 30 de octubre llega entonces en el momento en que la reacción comienza a recuperar la iniciativa política y el gobierno empieza a perderla.Con los reflejos intactos. Pero tras la derrota en Misiones el presidente Kirchner a adoptado una serie de medidas que indican claramente que ha sabido interpretar el resultado de las urnas y que sus reflejos políticos siguen intactos.
La decisión de que Solá y Felner depongan sus intenciones de ir por un tercer mandato y elproyecto de reducir a cinco los miembros de la Corte Suprema han sido el mejor mensaje que el gobierno podía enviar a la población. Ambas decisiones suponen retomar el programa nacional y democrático que el gobierno puso en marcha y que aparecía desdibujado en los últimos tiempos. Avanzar en la reafirmación y profundización del rumbo inicial del gobierno significa avanzar en la consolidación de la base de apoyo política y social. No hay que olvidar además que para poder concretar un programa no sólo se necesita de la buena voluntad o lucidez de sus dirigentes sino, fundamentalmente, de las fuerzas políticas y sociales capaz de sostenerlo y llevarlo adelante.
Desde esa perspectiva cierto lentitud del gobierno en aplicar algunas políticas se debe a un hecho objetivo.La mezcla política antes señalada no ha cuajado todavía en un frente u organización, no importa que nombre adopte, que vaya más allá de la función puramente electoral y actúe como vaso comunicante entre el gobierno y las necesidades de la gente. Hay que tener en cuenta también que la mayor parte del aparato del Estado argentino sigue en manos de funcionarios que dejó como herencia el menemismo e incluso de muchos que vienen de la época de la dictadura. A eso se suma que aquellos que desde dentro del aparato del Estado apoyan al presidente, en muchos casos, se encuentran dispersos y sin política. Se hace evidente así que además de las decisiones del presidente como las arriba mencionadas, que le devuelven el entusiasmo a la gente y le fijan un norte, son necesarios espacios de decisión y reflexión colectiva que ayuden a dinamizar y enriquecer el proceso en marcha.
Devolver el protagonismo a la gente.
Kirchner al llegar al gobierno eligió el camino, que ahora vuelve a retomar, de adoptar medidas que le devuelvan a la política su sentido transformador y que convoquen al apoyo y la movilización espontánea de la gente. Comprendió claramente que son esas medidas las que pueden sacar a la gente de la estrecha y mezquina política de los punteros y devolverle su protagonismo. De esta forma fortaleció tanto la imagen como el poder presidencial y estableció una relación de carácter plebiscitario con la gente.
La oposición ve en esto un desprecio por las formas deliberativas de la política y un ataque a los partidos políticos. Sin embargo, cualquiera puede constatar que a los partidos políticos no los desprestigió Kirchner, los partidos ya estaban desprestigiados.
Es precisamente esa situación, como se señaló antes, la que permitió su emergencia en el escenario nacional y su llegada a la presidencia. La concentración de poder en su persona y la relación plebiscitaria que establece con la gente no se explica por rasgos psicológicos o ideológicos del presidente sino por una situación estructural (la crisis derepresentación política) que lo antecede y que, como lo demuestra la elección de Misiones, aún perdura.
Recordemos que los partidos políticos eran, como también los sindicatos u otras organizaciones de la sociedad civil, un espacio de deliberación y decisión colectiva. Con todos sus aspectos burocráticos y deformaciones tenían algo de vida propia e incidían en líneas generales en las decisiones de un gobierno. En la actualidad eso no existe. Se establece una suerte de arco voltaico entre el gobernante y sus representados cuya intensidad se constata cada tanto a través de encuestas y comicios. Las mediaciones casi han desaparecido. Esto hace que Kirchner o cualquierade sus gobernadores, Alperovich en Tucumán, por ejemplo, concentren un gran poder, pero que al mismo tiempo carezcan de una estructura política. Es decir, de un sistema de cuadros y dirigentes intermedios que los sustente. Estratégicamente hablando lo que lo hace más fuerte hoy puede convertirse en su mayor debilidad mañana.
Pero esa acechanza a futuro no debe impedirnos ver la realidad del presente. Es la concentración de poder en la figura presidencial lo que viene permitiéndole a Kirchner, al colocarse por encima de los lobbies políticos y empresariales, articular a través del Estado lo que décadas de políticas antinacionales desarticularon. Un presidente fuerte es absolutamente necesario para contrarrestar la acción del bloque de poder en nuestro país que trata de anteponer sus intereses de sector a los del ciudadano común. Pero almismo tiempo la suerte del proceso abierto el 25 de Mayo de 2003 no puede quedar librada solamente a lo que en el Estado se decida. Hay que construir nuevos espacios de reflexión y decisión colectiva que promuevan el protagonismo de la gente. De allí van a salir los hombres y las ideas que ayuden a darle continuidad y profundidad en el tiempo al proceso de transformación abierto por Néstor Kirchner.
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