domingo, 29 de noviembre de 2015

Una derrota inesperada




La peor de las pesadillas para los sectores populares en la Argentina se ha hecho realidad. Mauricio Macri se ha convertido en presidente de la Nación a través del voto mayoritario de los argentinos. El gabinete y las medidas recientemente anunciadas nos confirman que no se trata de un sueño y que ésta es la dura realidad que nos toca afrontar. ¿Cómo ha podido suceder? El estupor es grande ante esta derrota inesperada, sobre todo si se tiene en cuenta en el momento en que se produce. No estamos ante las circunstancias del golpe del ‘76 con las fuerzas populares replegadas y el centro de la escena política ocupado por la violencia armada. Aquello fue una derrota anunciada. En los días previos al levantamiento militar se comentaba en todas partes que el hecho era inminente y, además, inevitable.
Tampoco son las circunstancias del giro neoliberal que le impuso Carlos Menem a su gobierno en los ’90, después de prometer un salariazo durante la campaña electoral. La rendición incondicional de Menem a los grupos concentrados del país fue la culminación de un proceso de abandono paulatino de las banderas ‘45 por parte de la dirigencia política del peronismo. Todo esto en el marco de una hiperinflación incontenible y el avance irrefrenable a nivel mundial del neoliberalismo tras la caída del Muro de Berlín.
Por el contrario, el gobierno que fue derrotado el 22 de noviembre pasado atravesaba dificultades, sobre todo producto de la desaceleración de la economía a partir de 2012, pero no estaba en crisis de ningún modo. En el terreno político, a pesar de las operaciones desestabilizadoras montadas en su contra, como la denuncia de Nisman y su posterior muerte, el Frente para la Victoria llegó al mes de agosto con paso firme y logró una importante victoria en las PASO que lo dejó a más de 8 puntos sobre su inmediato seguidor Mauricio Macri.
Tras este resultado, para el oficialismo como para la oposición, el interrogante era si en las elecciones generales del 25 de octubre Scioli lograría obtener los 10 puntos de diferencia que necesitaba para imponerse en la primera vuelta o se vería forzado una segunda votación. Todo el esfuerzo de la oposición se concentró en impedir que el FPV ganase en la primera vuelta. Los resultados del 25 de octubre fueron una sorpresa tanto para el oficialismo como para la oposición. No estaba en la expectativa del PRO quedar a tan sólo tres puntos de Scioli. Si bien el FPV resultó el ganador de la votación del 25 de octubre la inesperada aproximación del PRO supuso un revés político para el kirchnerismo y también un cambio dramático en las expectativas electorales de la gente.
¿Qué fue lo que le permitió a Mauricio Macri incrementar en un millón y medio su caudal de votos con respecto al resultado de las PASO frente a los tan sólo trescientos mil nuevos que logro sumar Scioli?

Tres hechos destacados
La explicación hay que buscarla en lo que sucedió en el lapso de tiempo que va del 9 de agosto, donde el FPV gana las PASO y emerge como claro favorito, y el 25 de octubre donde se produce un resultado para todos inesperado. De la observación de ese período surgen al menos tres hechos destacados. El primero, y quizás el más decisivo, fue la campaña de deslegitimación del voto popular a través de una intensa campaña de denuncia de fraude a la que se sumó toda la oposición con el apoyo de los grandes medios de comunicación y parte de la Justicia. Los incidentes producidos en Tucumán durante la elección a gobernador del 23 de agosto y el día posterior permitieron a los grandes medios instalar un relato dramático e indignante para vastos sectores de la población del país.
Las denuncias de fraudes junto a las imágenes de urnas quemadas y de la represión policial a la manifestación opositora en la Plaza Independencia fueron replicadas por los canales de televisión durante más de un mes en toda la nación. A eso hay que sumar el fallo de la Cámara en lo Contencioso Administrativo de Tucumán que hizo lugar a las denuncias de fraude y anuló fugazmente la elección del 23 de agosto. También tuvo gran impacto nacional, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, como lo demostrarían las elecciones del 25 de octubre, el recrudecimiento en los medios de las acusaciones contra Aníbal Fernández como narcotraficante.
A lo anterior hay que sumar el protagonismo que asumió en esos más de dos meses Cristina Fernández de Kirchner en medio de la campaña. La presidenta persuadida, como la mayoría, de que Scioli tenía virtualmente ganada la elección y que lo que estaba en duda sólo era si habría o no segunda vuelta se dedicó a marcarle la cancha al candidato del FPV para impedir en éste cualquier impulso de capitulación ante los fondos buitres o ante cualquier otra expresión del poder concentrado del país. Cristina utilizó con ese propósito numerosas cadenas nacionales que la situaron en el centro de la escena y tuvieron el efecto no deseado, por un lado, de eclipsar a Scioli y, por el otro, de mostrar ante la población la falta de un discurso unificado para enfrentar la batalla electoral.
Daniel Scioli llegó al 9 de agosto planteando que él expresaba “la continuidad con cambió”, un oxímoron de dudosa eficacia como mensaje publicitario, pero que expresaba la oferta de renovación del FPV, tras doce años en el gobierno nacional (el más prolongado en la historia del país) y, al mismo tiempo, la voluntad de mantener las conquistas logradas en ese período. Por su parte, Mauricio Macri decidió hacer un cambio notable en su discurso tras la elección del jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires donde resultó triunfante su candidato, Horacio Rodríguez Larreta, pero quedó a sólo tres dramáticos puntos de distancia de Martin Lousteau. Esa noche Macri, ante el asombro de propios y extraños, declaró, sin sonrojarse, que los ciudadanos no debían tener miedo ya que él iba mantener conquistas como la asignación universal, jubilaciones y pensiones y que tampoco iba privatizar YPF o Aerolíneas Argentinas. En síntesis, Macri se presentaba como “el cambio con continuidad”.
El discurso escandalosamente contradictorio con lo sostenido por el PRO hasta el día antes estaba dirigido aquellos sectores del electorado disgustados con el gobierno, pero que no estaban dispuestos a perder los beneficios otorgados por éste. Los resultados del 9 de agosto parecieron demostrar la ineficacia de este mensaje a todas luces falso y oportunista y dejó a Durán Barba al borde del despido como asesor comunicacional. Sin embargo, la escena política nacional se modificó, como señalamos más arriba, al día siguiente de las PASO. El mensaje contradictorio y oportunista comenzó a encontrar terreno fértil en la indignación de vastos sectores con las “maniobras fraudulentas” y los “funcionarios vinculados al narcotráfico” que los medios de prensa y la televisión denunciaban cotidianamente.
Fue la gota que horada la piedra o que rebalsa el vaso, como se quiera. Lo que no era eficaz antes empezó a serlo en ese momento. Muchos comenzaron a creer o quisieron creer, para el caso resulta lo mismo, que Macri era el “cambio con continuidad”. El resultado del 25 de octubre con Scioli ganador, pero con Macri, sorpresivamente, pisándole los talones creo una expectativa a favor de este último que la segunda vuelta termino confirmando, a pesar de la tenacidad militante de hombres y mujeres del FPV que quedó a menos de tres puntos de la proeza.

La autonomía de la política
Algunos análisis de lo ocurrido ponen como factor determinante de la derrota la desaceleración económica que se produjo a partir de 2012, ya que la falta de expectativa en este terreno habría terminado produciendo el vuelco de grandes sectores del electorado por Macri. La desaceleración de la economía fue, sin duda, un elemento muy importante en contra del FPV, pero no explica por sí misma la derrota, ya que entre el triunfo del 9 de agosto y el traspié del 25 de octubre las condiciones económicas continuaron siendo las mismas.
Al contrario, lo ocurrido en ese período es más bien un claro ejemplo de la autonomía, siempre relativa, por supuesto, de la política respecto de la economía. Todos los elementos antes señalados se conjugaron en una proporción imposible de precisar para cambiar poco a poco e, imperceptiblemente, la inclinación de los votantes que hasta el 9 de agosto había sido, claramente, favorable a Scioli. Lo que ocurrió entre esa fecha y el 25 de octubre entra dentro del terreno de lo indecidible o indeterminado. Es decir, los protagonistas involucrados en la contienda produjeron situaciones y hechos que fueron más allá de sus intenciones y condiciones iniciales generando un resultado que terminó sorprendiendo a ambos. No era inevitable la derrota, sobre todo después de haber ganado el 9 de agosto, de ahí la sensación en los hombres y mujeres del FPV de que el poder les fue arrebatado inexplicablemente.

Un frente debilitado
Ahora bien, tratar las razones de la derrota en el breve interregno que va de las PASO a la primera vuelta no supone de ningún modo renunciar a buscar las causas más profundas o estructurales que contribuyeron a la vulnerabilidad del FPV. Unas de las cosas que se suele olvidar es que el FPV llegó a las elecciones del 2015 habiendo sufrido una importante escisión en 2013 a manos de Sergio Massa que lo llevó a perder la Provincia de Buenos Aires en la renovación legislativa de ese año. El 55% de los votos conseguidos por Cristina en octubre de 2011 fue con Sergio Massa, o con los sectores que se sintieron representados posteriormente por él, adentro del FPV. Las bases de sustentación del kirchnerismo estuvieron desde un comienzo conformadas, fundamentalmente, por el movimiento obrero organizado, distintas organizaciones populares y los sectores medios que se inscriben en una tradición nacional-democrática y que actúan tanto por dentro como por fuera del peronismo, y, por supuesto, el Partido Justicialista, que en los hechos funcionaba bajo la jefatura de los respectivos gobernadores oficialista en cada provincia.
Lo que se aprecia, claramente, cuando uno observa el período que va de las elecciones de 2011 a las de 2015 es que ese frente político y social se fue debilitando por turbulencias y conflictos que terminaron generando desprendimientos políticos y sindicales como el de Massa y Moyano, respectivamente. El problema no consistió en que Moyano se haya ido y terminado poniéndose a disposición de los que hasta el día anterior combatía. El tema estriba en que no fue sustituido por nadie en el rol que él cumplía como expresión de un sindicalismo comprometido con la transformación que llevaba adelante el gobierno. A partir de ese momento el papel del movimiento obrero organizado fue casi nulo en los momentos decisivos que debió enfrentar el FPV. También es verdad que el discurso del gobierno no interpeló al gremialismo ni lo mencionó tampoco como columna vertebral o componente fundamental del movimiento a la hora de conformar las listas electorales. El gobierno a partir de la obtención del 55% de los votos no impulsó ni profundizó una política de frente capaz de fortalecer su sistema de alianzas y, al mismo tiempo, debilitar o neutralizar el de sus adversarios. Durante el segundo gobierno de Cristina Fernández se obtuvieron grandes logros estratégicos como la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y las estatizaciones de YPF y los ferrocarriles, para citar sólo algunos, pero no se tuvo la misma eficacia en la construcción o armado político y social.

“Paciencia e ironía”
El señalamiento sobre posibles errores o debilidades del FPV anteriores a la derrota electoral del 22 de noviembre no debe tomarse como un pase de factura o una búsqueda de culpables sino como parte de una tarea colectiva de reflexión para tratar de entender qué es lo que pasó. No se trata de cuestiones del pasado que hay que dejar atrás, definitivamente, para enfrentar la nueva situación que nos impone el presente. Si bien el escenario que tenemos por delante es totalmente diferente al que acabamos de dejar atrás la reflexión sobre lo que pasó es importante porque involucra cuestiones estratégicas que vamos a volver a encontrarlas a la vuelta de la esquina. La más elemental lógica de supervivencia indica que tras una derrota, a la par de la reflexión, lo fundamental es reagrupar fuerzas, no anteponer las diferencias y unirse ante el adversario común.

No obstante la adversidad actual, hay algo muy importante a favor del FPV que se señaló al comienzo de este artículo. La derrota del movimiento nacional y popular no llegó en un momento de retroceso o extrema debilidad de éste. Por el contrario, existe casi un 49% de argentinos y argentinas que convalidaron lo hecho en estos años, a la par de numerosos militantes en todo país dispuestos a librar una firme resistencia a los intentos de restauración neoliberal que inexorablemente se van a poner en marcha. A diferencia del golpe del ‘55 que instaló a los militares en el poder y a Perón en el exilio, hoy estamos en democracia y con Cristina Fernández de Kirchner en el país y en uso pleno de facultades políticas. El hecho no es menor porque tras la muerte de Perón en el ‘74 debieron transcurrir más de 30 años para que apareciese en el peronismo una jefatura con el prestigio suficiente para reagrupar las fuerzas tras su figura. Pero sería engañarse y subestimar a nuestros adversarios creer que sólo se trata de resistir cuatro años y esperar a que Cristina regrese. Ojalá sea así. El golpe ha sido duro, hemos perdido la conducción de Estado nacional, instrumento imprescindible para llevar la transformación realizada en estos años. La ironía de la historia reside en que los cómplices de los que atentaron contra la democracia hoy llegaron al poder través de ella. Lo más difícil es aceptar que esta situación no puede ser revertida de un día para otro por un mero acto de voluntad. Se va a necesitar tiempo y paciencia. Al respecto, el escritor Jorge Semprún escribía, también en la adversidad, que “la paciencia y la ironía son las principales virtudes de un revolucionario”. 

2 comentarios:

Miguel Avellaneda dijo...

Estimado Horacio: he leído con fruición tus comentarios a la inexplicable derrota y tus palabras llenas de lucidez me han dado un poco de claridad entre tanta confusión, al tiempo que han aquietado mi mente, preocupada desde hace días por munirse de claves para poder interpretar este oscuro momento histórica. Muchas gracias. Miguel Avellaneda.

Pablo A Fontdevila dijo...

Excelente nota de reflexión sobre la derrota que sufrimos el pasado 22 de Noviembre. Quiero resaltar la necesidad de hacer un debate honesto sin descalificaciones sobre el error de haber debilitado el Frente Nacional con inexplicables y evitables exclusiones. No se puede llegar al triunfo electoral (de naturaleza numérica) pretendiendo la uniformidad conceptual o ideológica que distingue a las corrientes políticas de todo color y pelaje. Tanto como no se puede transformar la realidad si la conducción de ese frente nacional no es una conducción con una ideología y objetivos revolucionarios.