El compañero Pablo Fontdevila subió este comentario al blog que comparto con ustedes.
¿Qué sonrisa la de la María José Sarmiento, no? Transmite confianza y seguridad, satisfacción por lo hecho, por el deber cumplido. Es difícil encontrar esa cara en un funcionario. Y en los jueces, personas siempre severas, más todavía. Al fin y al cabo, la neutralidad le exige a los magistrados un rostro afable, pero NO transparente, si se mira desde el lado de sus emociones. Por respeto digo. Los jueces, se dice, hablan por sus fallos, nunca por su cara. ¿Porqué se ríe Sarmiento entonces?, con esa sonrisa tan amplia y hasta contagiosa (sino fuera por las funestas consecuencias de sus actos).
Tal vez sea porque dejó al Gobierno “de una pieza”. O sea, de imaginarse la cara de la Presidenta de la Nación después de su fallo. También por acompañar la alegría del círculo corporativo-financiero, mediático, y político que la alentó. Pero tanta seguridad y aplomo en esa sonrisa dicen mucho más. Dicen, seguramente, de la pertenencia a un ámbito social y político que se siente cada vez más seguro de que esta “pesadilla” iniciada en 2003 va a terminar pronto. Que si se “ayuda” con algunos contratiempos por venir, los “K” no podrán ya aplicar las políticas que impulsaron (sobre todo en el gobierno de Cristina). Que no falta tanto para volver a un país “normal”, donde “el campo” o “los medios”, no solamente dejen de ser "perseguidos" sino que sean convocados como actores privilegiados a la mesa donde se acuerden las “políticas de Estado”. Esto es, políticas “bosta de paloma” (diría Perón), que suponen acuerdos tan amplios que no cambian nada de lo ya establecido ni el lugar social de sus beneficiarios.
Sarmiento no sólo ha disfrutado con su fallo. Con todo descaro ha cambiado la carátula del expediente para sacarlo de los tramites urgentes y lo ha cajoneado por todo el tiempo que el más largo de los plazos del código procesal se lo permita. Es decir, se envalentonó con su primer éxito y, embriagada ha profundizado su agravio y su…placer.
Finalmente supimos qué hay detrás de ella. O mejor, de qué ambiente proviene la magistrada. Porque lo sospechábamos, tanta confianza y seguridad suelen acompañar a los que se sienten, desde siempre, amos del país. El padre de la jueza, un coronel del Ejército llamado Luis Alberto Sarmiento, fue importante funcionario de la dictadura militar instaurada en 1966. Y tiene una causa por el homicidio de un estudiante, provocada por torturas. No quiere la jueza a este gobierno. Pero ríe. Tuvo una oportunidad y consiguió ella también, sus cinco minutos de fama.
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